Le
falta una pierna. Lo noté apenas entré en la sala; tenía la prótesis en sus
manos y alguien me dijo en voz baja: “lo mutilaron en Angola”.
Era
uno más de los tantos cubanos que fue a África en su juventud a morir o a crecer,
en los años 70 y 80… no le di mucha importancia,
salvo por una mirada de solidaridad, y hasta cierto respeto infundido por las
circunstancias que lo dejaron así.
Pero
él no es más que eso, un símbolo mustio de aquel altruismo fervoroso, que a
muchas familias cobró un alto precio.
Hablaba
rápido, como atropellando las palabras y dejando ideas inconclusas que se
truncaban con otras. Mas en aquel tropel de expresiones quedaba claro “lo difícil
que se ha vuelto la vida en este país” y lo explicaba con las más diversas
razones (algunas atinadas a mi juicio,
otras no tanto).
Hizo
malos chistes, supongo que los inventaba para burlarse de lo que le duele de
esta sociedad: las viviendas deterioradas, lo caras que son aquí las cosas
indispensables, los salarios que no alcanzan… y su pierna postiza que sueña
cambiar algún día por una prótesis moderna.
La
dueña de la casa, me miraba y sonreía compasiva ante el frenético discurso de
aquel señor, a quien yo ya había catalogado como otro hijo descalabrado en los vaivenes
de la madre Revolución.
Sin
embargo, aquel hombre, con su extraña sonrisa y la mirada anclada en algún recuerdo,
exhaló más calmado una frase dramática, cuando ya sucumbía la exaltación:
“…déjenme aquí, con el picadillo de soya… tal
vez en otro lado estaría peor.”
Hay
muchos cubanos así, que la necesidad les ha mostrado -quizá con más crudeza- las
cosas malas que enferman a esta sociedad, pero creen en lo bueno que nos queda
y en lo que está por venir, aunque no anden gritando consignas, ni se les
antoje desempolvar discursos de barricada.
Habrá
siempre quien no se acostumbre, pero la opinión activa y crítica, que alguna
vez se malinterpretó, trasciende ahora las paredes del hogar o la informalidad
de una simple conversación, y se expresa -con más o menos claridad- en diferentes
aristas de la dinámica oficial de la nación.
Para
bien, aunque no con la celeridad que algunos ansían, esta parece la época de
los cambios que moldearán el futuro más próximo del país, y el diálogo, la
diversidad en el debate, son también efectos de estos tiempos.
Lo
cierto es que la mayoría continúa apostando por un modelo que en el mundo se
vende como caduco ¿Será que a la gente de aquí le funcionan todavía en el motor
de las emociones aquellas historias de héroes y barbas nuestras, o que prefiere
gobernarse aun con los altibajos de quienes fueron aprendiendo sobre la marcha
la pesada lección de construir un país?
A
nadie extrañe nunca que alguien juzgue con dureza esta sociedad, pero se
afiance en ella y prefiera vivirla a pesar de la posibilidad de alejarse en
busca de mejores oportunidades económicas.
Ya
no vence el temor al lobo capitalista cuyas maldades hacían la moraleja de
“allá es malo, aquí es mejor… si te vas eres escoria, si te quedas eres
cubano”; afortunadamente, ahora en Cuba se mira más lejos y ser cubano se trata
de algo más que de la decisión de dónde habitar.
Como
el veterano, cada uno tiene su modo de asumir este país sin cortar las amarras
de la historia, hoy los más siguen buscando el mismo horizonte, pero esta vez
sobre aguas nuevas.
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